domingo, 27 de junio de 2010

CARTA SIN DESTINATARIO


Días atrás, semanas, meses o años, no se ya cuanto de esto que se me ha hecho infinito, coincidimos en un lugar fulgurante desnudo de tiempo y espacio. Al principio, en los primeros pasos la piel, el gesto y la presencia física del otro era un enigma que avivaba el deseo y por las venas corría curiosidad en vez de sangre. Cuando nos juntábamos entre palabras escritas, reventaban estrellas y todo era perfecto. Yo no necesitaba nada más, pensaba que era la apoteosis de dos seres que se comprendían, se compenetraban perceptiblemente y se necesitaban sensitivamente. Pero el mundo bien o mal, gustoso o no, tiene que seguir girando y cuando la tarde se desvanece, las vivencias son un resplandor con descanso en el violeta.

El silencio, que no el recuerdo, viene a mis sentidos y muy quieto, se va arropando en la costumbre de la soledad que se puebla incesantemente de sombras. ¡Pero no! Cierro los ojos para atarme al sueño y te siento aquí a mi lado, abrazado a mi cuerpo como luz en la noche, sin amargura en los besos, ni dolor en las caricias. Así eres en mí… ¡magia de vida!. Pero la tristeza se transforma en desanimo y luego en angustia.

Y así me pregunto ¿A dónde creo que voy de esta manera? siempre cuestionando tras de algo, siempre razonando el porqué si o porqué no, pero con todos los bemoles llenos de amor... Esa es mi mente, siempre en movimiento, detrás de una búsqueda. ¿Por qué no me detengo un poco en vez de correr tanto detrás de mis elucubraciones?. ¿Por qué no procurar sentarme serenarme para sentirme? hasta penetrar en la naturaleza intima de esas sensaciones y alcanzar ese justo punto en que los sentimiento se vuelven no sentimientos y así no sentir nada...Olvidaría todo y quedaría suspendida en mi vacío, sin fondo de ecuanimidad absoluta... Solo silencio, pureza original e inocencia. Sin embargo no es así, estoy viva donde vida es movimiento y este es pensamiento que trasmuta al deseo, donde los recuerdos de pasadas alegrías no pueden borrarse.

Mientras escribo, las ideas acuden a mí en tropel... primero una interminable serie de imágenes magnificas en formas, texturas, efectos y sensaciones, luego veo momentos inmensos que me trasladan hasta el infinito. Entonces oigo la música de los distintos tiempos y percibo sus fragancias, mientras otro cortejo de ellos se presenta como recuerdos que fueron valiosos, sinceros, amables y audaces, que a pesar de lo insignificantes en su momento, expresan siempre esa entrega que constituye la esencia del amor. Pero otros me rondan tristes y apagados, privándome de la alegría del sol y helando por momentos las memorias de los anteriores tiempos más felices.

¡Porque hay alegrías demasiado grandes para ser descritas con palabras, como dolores sobre los que no me atrevo a extenderme!

Y con estos en la mente me digo: sigue si quieres, sin desánimos, recordando que la fuerza y el valor no son nada sin paz y ciencia, oportunidad o prudencia y considera que en un instante se puede destruir la felicidad de toda una vida, donde ese momento puede ser el último. Quisiera poder mirarte a los ojos, bailar contigo y sentirte, abrigar mi piel en tus suaves manos, respirar tus olores en una sola esencia y después, morir amándote, recordando el sol sin el desierto, donde las estrellas nacen con sonrisas de pájaros, sin miedos y con sonidos abiertos de belleza inmensurable...Cuanto deseo, pero son solo palabras perdidas en el viento entre lo denso del silencio, en un caminar sin rumbo, en un día que es lo opuesto a la muerte y me hace imaginar todas las maravillas de este universo, donde pueden volar libremente mis pensamientos, porque lo que busco cuando deseo tus labios o cuando necesito acercarme a tus manos, es un hueco en tu corazón para vivir en él como un ave, es así como siento, pero la realidad es otra y tal vez solo un espejismo en medio del camino...

©María Elena Ponce®

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