jueves, 2 de febrero de 2012

SOLILOQUIO DE ANATOMÍA CON UN CORAZÓN

Como me hago entender que el corazón es solo un músculo, cuando se que su lenguaje va más allá de un simple latir en sístoles y diástoles. Y no puedo dejarlo de ver como una ciudad con sus entramadas avenidas y calles, por donde circulan múltiples sentires, algunos con sus lámparas apagadas buscando callejones de olvido y otros… ungidos de flores vistiendo colorines.

Y dicen los doctores que sus andares rítmicos son el producto de sinapsis e impulsos nerviosos que logran contracciones y expansiones de aurículas y ventrículos, pero que yo miro como habitaciones, donde moran, relinchan y también reposan, deseos que no quieren caer al abismo, recuerdos amargos que se aferran en las paredes con patas embarradas de podredumbre, temblores de alas que dejaron mil ángeles caídos, así como remolinos, destellos de luz y respiro de pasados y presentes amoríos.

No, que no me digan que es un simple músculo que tiene un promedio de 72 latidos por minutos y que mide aproximadamente 12,5 centímetros, porque yo he conocido corazones pequeños colmados de maldad, amargura y egoísmo, así como otros grandes, muy anchos que están repletos de amor y altruismo.

Vuelvo una vez más a internalizar mi pecho y allí te veo corazón no como una simple y anatómica masa de fibras y músculo. Algunas veces te observo transformado en cristal, frágil y sentimental, buscando oxigenar cada palabra que alguien te dio a beber desde sus oscuros, para no quebrar.

Por instantes te siento aletear como un ave deseosa de libertad, pidiendo a gritos que no te amordace más, que te deje trinar sin temores ni axiomas…

¡Porque tú Corazón más que una bomba de impulsar sangre, eres el cofre de los grandes secretos que Dios le colocó a nuestra alma!

©María Elena Ponce®

02 de Febrero del 2012