Hoy he tenido que correr una vez más a sumergirme en el rincón, para buscar entre fábulas ríos cristalinos ocultos en podridos pantanos y jardines disfrazados de eriales que con asombro veo que a fin de cuentas, se empañan igualmente frente a los cristales. En el aislamiento de mis pensares, me invento frágiles interlineados matemáticos. Derivo gorjeos de pájaros en cada diálogo sin rostro, ni nombre, solo apodo, para integrar al hombre pero sin darme cuenta, solo hice del verbo un indescriptible desastre.
¿Y cómo te explico?
En mí volvió el amanecer para gritarme que afuera todo reclama y a pesar de encontrarme con las manos llenas para darte, siento que soy desacierto y carne de cávala.
Pisan mi cabello los segundos mientras bebo los atardeceres a través del tragaluz de la ventana,
Si supieras… ¡Cuánto dentro de mí hay del águila! un alma que no quiere morir hambrienta de vuelo, pero en el diálogo se borran las caras mientras el deseo pide y quiere dar.
Me arranco las palabras de los labios, para que éste inaudito sentir enmudezca y deje espacio sólo para escuchar latir el corazón acelerado de un ave, mientras la razón reniega de nuevo al amor.
©María Elena Ponce®